26 de marzo de 2022

Historia de los bosques vascos

Peral silvestre (Pyrus cordata), Algorta, Orozko (Bizkaia)

Los bosques primarios en el mundo

Tenemos que ir muy lejos para ver un bosque primario, que es aquel que nunca hemos alterado. Los bosques primarios son muy extensos en la taiga siberiana o en la selva amazónica, donde los árboles nacen, crecen y mueren. Mueren de pie, de viejos o afectados por plagas y enfermedades, o caen al suelo derribados por el viento o el peso de la nieve. En el año 2014 visité la Estación Biológica La Selva situada cerca del pueblo de Sarapiquí (Costa Rica), el principal centro de estudios de los bosques tropicales, donde pude conocer a algunos de los investigadores que han publicado 4500 publicaciones científicas en los últimos 60 años sobre su ecología. La Estación Biológica La Selva comprende 1.600 hectáreas de bosque tropical húmedo, de las que aproximadamente el 73% son bosques primarios. El número de especies en un bosque tropical inalterado es sorprendente desde el punto de vista de un europeo. Hay más especies de anfibios, reptiles, aves y mamíferos en La Selva que en la península Ibérica, a pesar de que la superficie de la segunda es 36.489 veces mayor. En La Selva hay 800 especies de árboles, más que en toda Europa, donde hay 454.

El que esto escribe en la Estación Biológica La Selva (Costa Rica) el 28 de julio de 2014

Si en la taiga siberiana viven unas pocas especies de árboles, en los bosques tropicales conviven cientos. Es fácil distinguir un bosque primario: hay árboles de todas las edades y los más grandes están tumbados sobre el suelo y a su alrededor multitud de pequeñas plantas crecen y compiten por ocupar los claros forestales que se forman tras su caída. En el año 2019 viajé hasta Cuyabeno (Ecuador), el lugar donde los botánicos Renato Valencia, Henrik Balslev y Guillermo Paz y Miño encontraron el récord mundial de especies de árboles en una sola hectárea. En el año 1994 publicaron el artículo "High tree alpha-diversity in Amazonian Ecuador" en la revista Biodiversity and Conservation donde explicaron que en una parcela de 1 hectárea junto a la Laguna Grande encontraron 473 especies de árboles con un tronco de diámetro superior a los 5 centímetros. Hay más especies de árboles en una sola hectárea de Cuyabeno que en toda Europa.
Cuyabeno (Ecuador), donde tres investigadores identificaron 473 especies en 1 hectárea (esta fotografía la hice a 900 metros de la parcela de estudio) el 30 de julio de 2019

Los bosques tropicales primarios son el hábitat de la mayoría de la biodiversidad terrestre, pero los de Euskal Herria tienen mayor valor histórico, cultural y paisajístico. De hecho, nuestro gusto por el paisaje está lejos de ser el gusto por un bosque primario que lo cubra todo e impida ver incluso el cielo y el Sol. Los expertos han estudiado nuestras preferencias por el paisaje. Es fácil: se presentan series de fotografías de paisajes a un buen número de personas para que escojan las que más les gustan. La mayoría de las personas escogen paisajes donde aparece una casa junto a un lago cristalino, praderas en su entorno y bosques en las laderas de unas montañas con sus cimas cubiertas por la nieve. Inconscientemente, nos gustan los paisajes que nos han facilitado la existencia: el lago es una fuente de agua potable, las praderas son una garantía de producción agroganadera, los bosques son el lugar donde obtener madera y leña para la construcción, la calefacción y la cocina, y la nieve asegura la provisión de agua durante la época del año en la que escasean las precipitaciones.
Tejo (Taxus baccata) centenario, Arimekorta, Zeanuri (Bizkaia)

Los bosques vascos antes del Neolítico

Los botánicos dicen que en Euskal Herria los bosques ocuparían prácticamente todo el territorio hasta una altitud de 2100 metros. Es decir, solo en las más altas cumbres del Pirineo los prados alpinos sustituirían a los bosques. Si no fuera por las actividades humanas pasadas y actuales, la mayoría de las cimas de nuestras montañas estarían cubiertas por el bosque.
Pinar negro (Pinus uncinata), collado de Larreria, al fondo Paquiza de Linzola, Isaba (Navarra)

Los bosques de las regiones templadas, caso de los de Europa y Norteamérica, son mucho menos diversos. Tras el período más frío de la Última Glaciación, hace unos 15.000 años, el clima se fue calentando hasta alcanzar un clima similar al actual hace unos 8.000 años. Como en Europa, en Norteamérica hay bosques de frondosas caducifolias que sufrieron las glaciaciones, pero sus consecuencias fueron mucho menores, ya que la flora y la fauna pudieron migrar hacia el Sur o hacia el Norte dentro del continente americano al ritmo de los cambios climáticos. En Europa, al contrario, el mar Mediterráneo resultó una barrera infranqueable y solo una pequeña parte de la flora original del Terciario sobrevivió en los refugios climáticos del sur de Europa. Durante las glaciaciones los ecosistemas de praderas y estepas, sin árboles, dominaron el territorio de Euskal Herria. Los humanos del Paleolítico se refugiaban en cuevas a nivel del mar o en valles a baja altitud, dedicados a la recolección y la caza de grandes herbívoros propios de espacios abiertos: bisontes esteparios, uros, caballos salvajes e incluso renos y mamuts pastaban, vigilados por grandes predadores como leones, leopardos y hienas, todos ellos desaparecidos en los últimos 20.000 años.
Pinar negro, cerca del collado de la Piedra de San Martín, Larra, Isaba (Navarra)

La expansión del bosque comenzó más tarde, hace unos 7.000 años, poco antes de las primeras deforestaciones del Neolítico. Por los estudios del polen conservado en las turberas sabemos que primero proliferaron abedules, pinos, sabinas y enebros. Les siguieron sauces, serbales, espinos y otras rosáceas, dando paso posteriormente a los avellanos y los robles. Los robledales de Quercus robur se extendieron por las regiones costeras y los de Quercus petraea por las montañosas. Hasta hace pocos años se pensaba que las primeras hayas (Fagus sylvatica) llegaron hace unos 5.000 años desde los Balcanes, después o quizás a la vez que los primeros agricultores y ganaderos, pero según un estudio palinológico en la localidad navarra de Gelaseta, publicado por Mónica Ruiz Alonso, Sebastián Pérez Díaz y José Antonio López Sáez en el volumen 28 de la revista Vegetation History and Archaeobotany con el título de "From glacial refugia to the current landscape configuration: permanence, expansion and forest management of Fagus sylvatica L. in the Western Pyrenean Region (Northern Iberian Peninsula)", ya estaba presente al menos desde hace 11.400 años.
Hayedo, un árbol viejo y muchos jóvenes, Lapazarra, Isaba (Navarra)

El lejano tiempo en el que comenzó la destrucción del bosque

Los investigadores que han estudiado las excavaciones arqueológicas de las últimas décadas han concluido que son del mismo período los primeros granos de cereal y los primeros huesos de los animales domésticos. Después de que los humanos domesticaran la oveja, la cabra, la vaca y el cerdo hace 11.000-6.000 años en Oriente Próximo, se expandieron hasta llegar a la península Ibérica tras atravesar Europa de Este a Oeste. De los humanos del Paleolítico nos quedan sus pinturas y grabados en las paredes de las cuevas; de los del Neolítico los dólmenes donde depositaban a sus muertos y los menhires que erigían. Entonces comenzó la destrucción del bosque mediante el uso del fuego con el fin de generar pastos y campos de cultivo, aunque es posible que el territorio que se encontraron aquellos primeros agricultores y ganaderos no estuviera totalmente cubierto por el bosque en las montañas.
Origen y expansión de la agricultura y la ganadería

Arce común (Acer campestre), Delika, Amurrio (Araba)

Antes de la llegada de los romanos, en la Edad de Hierro, comenzaron a usarse las ferrerías de montaña o "haizeolak", que siguieron funcionando hasta el siglo XVI. Hacia el siglo XIII se construyeron las primeras ferrerías hidráulicas en Euskal Herria, que empleaban la fuerza del agua para impulsar los mazos y los fuelles de las ferrerías. A mediados del siglo XVI solo en Bizkaia había 180 ferrerías hidráulicas. Para obtener 1 kilo de hierro eran necesarios 4 de carbón vegetal, elaborados con 16-20 kilos de leña en una carbonera. La producción de carbón vegetal para las ferrerías alcanzó gran importancia entre los siglos XVII y XIX, llegando dicho aprovechamiento hasta la primera mitad del siglo XX. Para la producción del carbón vegetal que requerían las ferrerías al principio y hasta mediados del siglo XVII predominaron los jarales o jaros, hoy desaparecidos, aunque sabemos que consistían en plantaciones de árboles separados por un metro de distancia que se desmochaban a una altura de menos de un metro para generar cepas que se podaban cada 7 u 8 años. Tras varias podas las cepas perdían vitalidad y se cortaban casi a ras de suelo para que siguieran brotando varias veces más. Los jarales tenían el inconveniente de que eran incompatibles con la ganadería.
Haya y tejo centenario, Arimekorta, Zeanuri (Bizkaia)

El Fuero viejo del Señorío de Vizcaya (1452) castigaba con penas muy severas a quienes provocaban incendios forestales. Además de con una sanción económica que cubría sobradamente el daño producido, se castigaba con la mutilación de las orejas en el caso de los menores de 14 años y eso mismo y la permanencia en el cepo durante 6 meses para los mayores de dicha edad, penas que se ejecutaban habitualmente.

Los árboles trasmochos

Los bosques de Euskal Herria más característicos y conocidos son seguramente los hayedos trasmochos. Su historia comenzó en el año 1496, cuando Fernando el Católico ordenó la ejecución de la técnica forestal de horca y pendón para conseguir las grandes piezas curvas requeridas en la construcción naval de la época. La Marina condicionó el aprovechamiento de la madera de las masas forestales con el fin de atender a las crecientes necesidades de la construcción naval. En tiempos de Felipe II (1527-1598) el Reino de España construyó la "Armada Invencible" con más de un millón de metros cúbicos de madera en rollo con el fin de defender su imperio de ultramar. La escasez de madera y leña generó severas normas que protegían las plantaciones forestales.
Técnica forestal para la obtención de corvatones

Hayedo trasmocho de Izartza, Orozko (Bizkaia)

Las Ordenanzas del Rey, horca y pendón mandaban la creación de viveros para la producción de plantones a partir de bellotas, castañas y hayucos que debían sembrarse en suelo fértil durante el mes de noviembre. A los 2 o 3 años se trasplantaban en invierno a un vivero protegido del ganado por un cercado, donde crecían durante otros 6 o 7 años, momento en el que se trasplantaban al monte. Se les protegía del ganado con ramas de espino albar (Crataegus monogyna). A los 20 o 30 años se realizaba la poda de formación de horca y pendón a una altura de 8 o 9 pies, lo que equivale a 220-247 centímetros. En palabras del Marqués de Rocaverde, Superintendente de Montes y Plantíos en 1743, esta técnica forestal consistía en dejar una buena rama hacia un lado en ángulo recto con el tronco (la horca), y otra derecha o en ángulo obtuso (el pendón) para que produjeran curvatones, genoles o varengas para navíos. En la documentación vasca aparecen denominados como “ipinabarros". A partir de entonces se debían podar cada 10 años, siempre con la precaución de conservar la horca y el pendón.
Plántulas de haya, Peña Urratxa, Orozko (Bizkaia)

El libro Máquinas hidráulicas de molinos y herrerías, y govierno de los árboles y montes de Vizcaya (1736), de Pedro Bernardo Villarreal de Berriz, inspiró a los redactores de la Ordenanza General de Montes y Plantíos de 1748 del Reino de España, promulgada por el Marqués de la Ensenada con el fin de producir la madera requerida en la construcción de los navíos necesarios para la defensa del imperio de ultramar ante Francia y Gran Bretaña. El Señorío de Vizcaya promulgó una ordenanza equivalente 4 años después, donde se adjudicaba al rey Fernando VI toda la producción de madera para abastecer a los astilleros navales. Los capítulos finales del citado libro explican cómo plantar cada especie en vivero, cuándo trasplantar los plantones o cómo realizar la poda de horca y pendón para producir curvatones.
Pedro Bernardo Villarreal de Berriz

Portada del libro de Pedro Bernardo Villarreal de Berriz

Hayedo trasmocho, Urizar, Orozko (Bizkaia)

El método se generalizó a partir de mediados del siglo XVI, cuando, además de producir los “curvatones” para la construcción naval, se generaba el carbón vegetal que requerían como combustible las ferrerías hidráulicas, que suministraban riqueza y trabajo a buena parte de la población vasca. Por entonces y durante varios siglos los astilleros navales y las ferrerías fueron la principal fuente de riqueza de Euskal Herria y ambas dependieron de esta técnica forestal. En el siglo XVIII se sustituyeron los jarales que quedaban por nuevas plantaciones de árboles bravos y trasmochos. A pesar de todas las trabas que pusieron los ferrones, el Señorío de Vizcaya y la Provincia de Guipúzcoa destacaron en el cumplimiento de las Ordenanzas del Rey, horca y pendón. El teniente de navío e ingeniero de la Marina Jerónimo de Tavern presentó en 1788 en la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País su Método instructivo para crear viveros y fomentar los montes, donde escribió que “en las provincias que no conocen el uso de los viveros deben valerse de algún guipuzcoano o vizcaíno, o bien mandar un sujeto inteligente a estas provincias para enterarse cuanto se practica en este particular".
Hayedo trasmocho, Izartza, Orozko (Bizkaia)

Entre los siglos XVI y XIX el 80% de los árboles trasmochos fueron "cajigos" o robles (Quercus robur) y el resto castaños (Castanea sativa) y, en menor medida, hayas. El suelo dedicado a las plantaciones de robles y castaños es el que ahora ocupan las de pino de Monterrey (Pinus radiata). Las plantaciones de hayas trasmochas se conservan en gran parte, ya que era la especie que se plantaba en las montañas, donde las heladas invernales ponen en peligro las plantaciones de pino de Monterrey.
Gran haya de Azekieta, Orozko (Bizkaia)

El historiador Álvaro Aragón Ruano en su tesis doctoral "La conflictividad en torno al aprovechamiento legal del bosque guipuzcoano en la Edad Moderna (1548-1749)", leída en el año 2000, analizó el conflicto de intereses entre los dueños de las ferrerías, los constructores navales y los ganaderos. Al año siguiente la Sociedad de Ciencias Aranzadi publicó "El bosque guipuzcoano en la Edad moderna: aprovechamiento, ordenamiento legal y conflictividad". El incumplimiento de las normas que regulaban la producción de curvatones para la construcción naval perseguía la producción de leñas para su transformación en el carbón vegetal que requerían los ferrones. Aunque durante tres siglos las normas ordenaron que las podas y los desmoches debían dejar horca y pendón, las incumplían sistemáticamente para que los árboles trasmochos no generasen las piezas curvas que requerían los astilleros.
Río Holtzarte, Larrau, Pirineos Atlánticos (Francia)

La tala de gran parte de los árboles trasmochos

El mínimo de superficie arbolada se alcanzó en el siglo XIX por la venta y tala de los montes públicos arbolados para la financiación de las guerras de la Convención (1794), Independencia (1808-1813) y, sobre todo, la I Carlista (1833-1839), a las que siguieron las leyes desamortizadoras de Mendizabal (1836-1837), Espartero (1841) y Madoz (1855), que perjudicaron a la mayoría de la población rural al venderse gran parte de los montes comunales. Muchos de los nobles y burgueses que compraron fincas amortizaron rápidamente el coste de la compra con la venta del carbón vegetal elaborado a partir de los bosques talados y gran parte de la superficie forestal acabó convertida en tierras de cultivo.
Gran haya de Azekieta, Orozko (Bizkaia)

Cuando la Revolución Industrial llegó a Euskal Herria los altos hornos y el carbón mineral sustituyeron a las ferrerías y al carbón vegetal. Por ello, el valor de robles, castaños y hayas disminuyó mucho, lo que provocó que los dueños los talaran. En los montes públicos de Bizkaia se inventariaron 20.247 hectáreas de robles en 1878, mientras que en 2005 fueron 1.237 hectáreas. Las hectáreas de hayedos pasaron de 7.425 a 2.938 hectáreas y las de encinas y bortos de 2.438 a 1.356. En resumen, en 127 años se destruyeron en los montes públicos de Bizkaia el 94% de los robledales, el 60% de los hayedos y el 44% de los encinares y bortales. Se talaron la mayoría de los robledales trasmochos, mientras que casi la mitad de los hayedos trasmochos siguieron en pie.
Gran haya de Siskina, Zigoitia (Araba)

El origen de la protección de la Naturaleza

Sin embargo, no fue aquí donde nació la preocupación por la conservación de la Naturaleza. El primer espacio natural protegido fue el Parque Nacional de Yellowstone, declarado en 1872 por el presidente estadounidense Ulysses Grant con el fin de crear un lugar "libre de la explotación mercantil, dedicado a la satisfacción del pueblo". Con esa misma idea de preservar de todo tipo de explotación un espacio natural privilegiado, Pedro José Pidal, Marqués de Villaviciosa, defendió en las Cortes una ley que protegería "santuarios de la Naturaleza". España fue uno de los primeros estados europeos en seguir esta filosofía y en 1916 se aprobó la Ley de Parques Nacionales, materializada dos años después con la declaración de los parques nacionales de la Montaña de Covadonga en Asturias y el Valle de Ordesa en Huesca. El francés Lucien Briet fue el principal impulsor de la declaración del Parque Nacional del Valle de Ordesa, preocupado por la tala de árboles. Ese mismo año dejó de explotarse forestalmente. Sin embargo, sus bosques aún son jóvenes y su dinámica ecológica sigue alejada de la propia de un bosque completamente natural.


Hojas secas de Acer monspessulanum, Zedelika, Orduña (Bizkaia)

La Diputación Provincial de Vizcaya declaró el Parque Nacional del Gorbea en 1922, promovido por tres diputados de Comunión Nacionalista Vasca, pero carecía del fondo filosófico referido y de la competencia para ello, que era estatal. De hecho, la declaración fue acompañada de un programa de inversiones productivas, algunas de las cuales llegaron a ejecutarse, como la construcción del refugio de Igiriñao, la instalación de un establo para sementales de ganado vacuno pirenaico, la construcción de "txabolas" y la instalación de fuentes y abrevaderos. El golpe de estado de Miguel Primo de Rivera al año siguiente dejó definitivamente sin efecto su declaración. En el año 1948 se produjo la primera protesta ecologista en Euskal Herria, cuando Ángel Sopeña, en nombre de la Delegación Regional de Montaña, dirigió un escrito a la Diputación de Vizcaya donde se quejaba de la tala de hayas y otras especies en Andramariortu, Atxulaur y otros lugares de Gorbeia, y de las repoblaciones de pino de Monterrey.
Endrino (Prunus spinosa), rama con frutos, de Urigoiti a Itzina, Orozko (Bizkaia)

La conservación de los árboles trasmochos

El ingeniero de montes Antonio Buesa en su libro "El haya en Bizkaia" estimó que alrededor del 85% de los hayedos son trasmochos y que la mayoría se encuentran dentro de los parques naturales de Urkiola y Gorbeia. A pesar de su abundancia, su conservación no está en absoluto garantizada. Si queremos conservar plantaciones de árboles trasmochos por su valor histórico, cultural y paisajístico, debemos podarlos cuando las ramas son relativamente delgadas; si es posible, con menos de 30 centímetros de diámetro. El cese de las podas ha generado unos árboles de peso y volumen excesivos, lo que les hace muy sensibles al viento, que los derriba por la gran resistencia al aire que ofrecen sus copas, artificialmente voluminosas y pesadas, o más frecuentemente, provocan el desgajamiento de las ramas, incluso de todas a la vez, y con ello su muerte. En los últimos años han comenzado a podarse algunos hayedos trasmochos con el objetivo de evitar su desaparición, con quejas por parte de personas bien intencionadas, pero desconocedoras de esta realidad, como sucedió en el hayedo trasmocho de Otzarreta, una pequeña parcela particular de apenas 2 hectáreas en el municipio de Zeanuri (Bizkaia).
Haya trasmocha tras un vendaval, Edia, Orozko (Bizkaia)

Ídem

Los bosques y las plantaciones forestales de Euskal Herria

La mayor parte de la superficie forestal de Euskadi y Navarra, 225.000 hectáreas, está cubierta por plantaciones forestales de especies alóctonas, que son aquellas que se plantan fuera de su área de distribución natural. Los bosques y plantaciones forestales de hayas ocupan en Euskadi y Navarra 187.000 hectáreas, sobre todo en las laderas de las montañas. Las masas forestales de Pinus sylvestris suman 85.000 hectáreas y los robledales de Quercus robur y Q. petraea otras 37.000. El hayedo-abetal navarro ocupa algo más de 10.000 hectáreas.
Pinos silvestres (Pinus sylvestris), barranco de Belabarze, Isaba (Navarra)

Por otra parte, una buena parte de los bosques de Euskal Herria, más de 161.000 hectáreas, son encinares (Quercus ilex), quejigales (Quercus faginea) y robledales (Quercus humilis y Q. pyrenaica). El botánico Pedro Montserrat hablaba de montes “butaneros” para referirse a los que habían evolucionado en la segunda mitad del siglo XX por la sustitución del uso de leña por la bombona de butano que provocó el abandono del carboneo y una disminución de la corta de leña. Con el tiempo estos bosques irán madurando y ganando en valor ecológico y paisajístico.
Quejigal (Quercus faginea subsp. faginea), Orduña (Bizkaia)

Los bosques de Euskal Herria son en gran parte el resultado de las decisiones que han tomado los gobernantes y los propietarios. La obtención de beneficio económico sigue siendo la brújula que rige la gestión de los bosques. Durante varios siglos las ferrerías vascas y los astilleros navales generaron una enorme riqueza. En el siglo XX las plantaciones de Pino de Monterrey produjeron también un considerable beneficio económico, pero la caída del precio de su madera y varias enfermedades producidas por hongos, entre ellos Lecanosticta acicola, están provocando su sustitución por otras especies forestales resistentes a esas enfermedades, entre ellas los perniciosos eucaliptos.
Encinar (Quercus ilex subsp. ilex) cantábrico, Zedelika, Orduña (Bizkaia)

Recientemente, investigadores de la Universidad del País Vasco y de la Sociedad de Ciencias Aranzadi han estudiado los efectos negativos de las plantaciones de eucaliptos, que modifican las características del suelo y disminuyen la biodiversidad. Entre los organismos más afectados se encuentran hongos, líquenes, plantas herbáceas, anfibios, aves e invertebrados acuáticos. También se detectan alteraciones en el funcionamiento del ecosistema, en procesos como la descomposición de la hojarasca. Aunque algunas afecciones parecen ser consecuencia de la intensidad con la que se explotan estas plantaciones y podrían reducirse mediante medidas correctoras, otros efectos parecen guardar relación con las características intrínsecas del eucalipto que, en consecuencia, no pueden modificarse.
Encina cantábrica, rama con frutos, Arandikoegurbidea, Orozko (Bizkaia)

Deberíamos marcarnos como objetivo la consecución de una gestión forestal de los montes públicos que dedique una parte de su superficie exclusivamente a la conservación de la Naturaleza, renunciando a cualquier aprovechamiento forestal. Debería ser posible al menos dentro de los espacios naturales protegidos.
Plántula de haya, Izartza, Orozko (Bizkaia)

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