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20 de marzo de 2022

El origen del nombre del río Nervión

EL NERVIóN ES (UN) IBAIZABAL
NERBIOI IBAI-ZABAL(A) DA

(Extracto de un texto de Alberto Santana Ezquerra publicado en Facebook el 6 de diciembre de 2020)

El primer nombre histórico documentado de la Ría es Nerva. Así lo recogió el astrónomo, matemático y geógrafo griego Claudio Ptolomeo, que trabajaba en la gran Biblioteca de Alejandría, con toda la sabiduría del mundo antiguo al alcance de su mano, y que en su obra "Geographia" compiló unas tablas con los nombres de más de 5.000 localizaciones topográficas referenciadas con su latitud y longitud. En esta lista inacabable es donde aparece, en la costa del "Oceanus qui dicitur Cantabrius", lo que denomina "Nervae fluvii ostia" que se puede traducir como la bocana o la entrada del río NERVA. Es decir, hacia el año 150, el mejor geógrafo del Imperio Romano se refiere a El Abra como la desembocadura del Nerva, sin preocuparse de si este río nace en los montes del Duranguesado, en la Peña de Orduña o en Angulo/Mena. Según Ptolomeo la boca del río Nerva estaba situada en la costa del territorio atribuido al pueblo autrigón, así que es lícito pensar que el hidrónimo indígena Nerva, incomprensible para los romanos, tendría algún significado en la lengua céltica de los autrigones, cuya capital estaba situada en Briviesca.
Abraham Ortelius. Detalle de la Descripción de Hispania. 1586

La Geografía de Claudio Ptolomeo fue una obra de referencia clásica para todas las personas cultas de Europa hasta el siglo XVIII y como los mapas que sin duda tuvo asociados se habían perdido en las copias medievales, los primeros cartógrafos modernos del siglo XVI intentaron encajar la lista de los 5.000 topónimos de Ptolomeo en los nuevos planos del Continente Europeo que empezaban a elaborarse. Así es como en el mapa titulado "Hispania Veteris Descriptio" elaborado en 1586 por el incansable Abraham Ortelius vuelve a aflorar el nombre del río Nerva (ver foto) que probablemente estaba ya completamente olvidado en Bizkaia.
 
En efecto, el antiguo nombre del río Nerva, o su actualización moderna en Nervión, no figuran en ningún documento público ni privado de Araba o Bizkaia hasta la última década del siglo XVIII. Hay miles de documentos notariales, judiciales o administrativos que se refieren al río que hoy denominamos Nervión/Nerbioi, pero en todos ellos se le denomina en castellano con nombres genéricos como Río o Agua Mayor, Río Caudal o Río Principal, o bien se refieren a él de manera indirecta como "el Agua que baja de Orduña". Cuando se refieren al tramo de estuario inundable por la marea, el nombre es "el río que baja por Bilbao" o "el brazo de mar de Bilbao". No conozco ningún Nervión hasta 1794 y, de pronto, en una sola generación, el Nervión triunfa durante todo el siglo XIX y el XX como el único nombre aceptable no solo del río que baja de Orduña, sino también de la ría que llega hasta Portugalete. Pronto veremos quién se lo inventó y cómo se impuso.
 
El nombre en euskera occidental de Ibaizabal ha tenido mejor y más dilatada fortuna histórica. "Ibai-Zabal", con el significado aparentemente transparente de Río Ancho/Grande, sería el equivalente exacto de los muchos Río Mayor que existen en castellano, el Río Grande de la frontera texana, el Guadalquivir en árabe, el Yangtzé en chino o el Mississippi en algonquino: el cauce principal de una cuenca hidrográfica.
"iuaiçaval". Primera cita histórica, en 1085

El nombre de un río Ibazabal aparece documentado por primera vez en el año 1085, en un momento muy temprano de nuestra historia. Se le cita como "Iuaiçabal" (ver foto) en el diploma de consagración de la iglesia de San Pedro de Llodio (San Millán de la Cogolla, Bulario, f 54v.) y el hidrónimo no se refiere a nuestro actual Ibaizabal del Durangaldea, ni tampoco a nuestro actual Nervión/ Nerbioi, sino al río que salta por la cascada de San Miguel desde el borde del valle de Losa por los acantilados del rincón de Angulo en la sierra Gorobel/Sálvada. Es decir, el Ibaizabal del siglo XI es el moderno Herrerías, una de las fuentes del río que actualmente llamamos Cadagua (Cadagua por el pueblo menés de la surgente o "Caput Acquae"). Como dice David Petersen, este Ibaizabal ayalés-encartado es un río que ha tenido muchos nombres, pero el más antiguo que conocemos es el que figura en un pergamino del Becerro Galicano de San Millán de la Cogolla redactado en 864, donde se le llama en romance latinizado "rivo Mayore". En el siglo XVIII a este río Mayor, Zabal o Herrerías, se le llamaba río de Angulo hasta llegar a Sodupe, y a partir de ahí Salcedon o Salcedo.
 
El topónimo Ibaizabal se repite con muchísima frecuencia en la documentación desde el siglo XIV hasta nuestros días, pero no es el nombre de un río, sino el de un lugar. Cuando se fundó Bilbao en el año 1300, Ibaizabal era el nombre de un caserío situado aguas arriba, a dos kilómetros al sur de la iglesia de Santiago, en la ribera izquierda, en el codo del último meandro antes de los rápidos del islote de La Peña, en un ensanchamiento del río al pie de las minas. Tal vez aquí haya que considerar la otra acepción de "zabala", no como "grande" sino como "rellano o ensanchamiento del terreno" situado en este caso junto al rio. El lugar de Ibaizabal, a las afueras de Bilbao, fue el emplazamiento del último molino hidráulico del río, en el límite de inundabilidad de la pleamar, una "rueda molinera" (errota) que en 1455 trabajaba el "rodero" (errotari) Rodrigo de Ibaizabal, aunque era propiedad de los Anunzibai, quienes se la disputaban con los Arana y los Leguizamon, que acabaron ganando. En el lugar de Ibaizabal se construyó un cadalso de madera durante las guerras de bandos y fue escenario de violentas escaramuzas entre linajes. Una vieja tradición narraba que las guerras banderizas de Bizkaia habían comenzado aquí mismo por una disputa por la captura de un salmón. Desanexionado Abando de Bilbao en el año 1500 y pacificada la convivencia entre las familias guerreras, el lugar se renombró como la Puebla de Ibaizabal y con el tiempo se convertiría en el escenario de implantación de la primeras industrias vizcaínas antes de la revolución siderúrgica. Hasta 1800 los vecinos de la puebla de Ibaizabal se referían al río que pasaba ante sus casas como el Agua Mayor y a partir de esa fecha empezaron a llamarle el Río Nervión. Al menos esa es la huella escrita que ha quedado en los documentos redactados en castellano. Cuando hablaban en su propia lengua es muy probable que llamasen al río Ibaizabal, porque ese era el término en euskera vizcaíno para llamar a todos los ríos grandes, no solo al Angulo-Cadagua, como hemos visto, sino también a los actuales Nervión e Ibaizabal durangués.
Mapa de Vizcaya de Tomás López y Vargas. 1769

El primer intento de fijar un nombre propio para cada río se debe al geógrafo real de Carlos III, el madrileño Tomás López y Vargas, que dedicó toda su vida a crear un Atlas Geográfico con mapas de elaboración propia de todos los territorios del Reino. Para llevar a cabo esta enorme labor, Tomás López no se movió de Madrid. Como dice bien Ricardo Oleaga "Se trata del mejor exponente de la cartografía acientífica o ‘de gabinete’ del Antiguo Régimen" era meramente un recopilador de bibliografía y de testimonios epistolares de informantes a quienes no conocía personalmente, y probablemente aborrecía el trabajo de campo. Al principio su método consistía en enviar una carta a todos los Obispados solicitando la colaboración de los párrocos mejor informados para que le enviaran notas sobre las distancias en leguas entre los pueblos de su entorno y "advirtiendo quándo hay que pasar Río o Puente, y el nombre del Río". Así elaboró en 1769 el primer mapa de Bizkaia (ver foto) en el que dibuja solo el curso del actual río Nervión y lo rotula en su desembocadura con el nombre "R. Ybaichabal".

Tomás Lopez debió de recibir algunas críticas de eruditos locales por las muchas imprecisiones y errores contenidos en este pequeño mapa y decidió rehacerlo buscando informantes más cualificados a quienes envió un largo cuestionario con toda la información que precisaba para elaborar sus mapas, solicitando incluso el envío de croquis por parte de quienes supieran dibujar. La cuarta pregunta de su nuevo Interrogatorio es la que más nos interesa: "Dirá si está a orilla de algún río, arroyo o laguna, si a la derecha o a la izquierda de él baxando agua abajo: dónde nacen esta agua, en dónde y con quién se juntan, y cómo se llaman". Este cuestionario fue respondido desde Bizkaia entre 1794 y 1795, por personas muy cualificadas y que pretendieron demostrar no solo su conocimiento sobre la geografía local sino también sus estudios de cultura clásica.
Respuesta manuscrita de José Ramón de Yturriza, Munitibar, 1795

El más importante fue el extraordinario cronista de Bizkaia José Ramón de Yturriza, que había pateado durante años todos los rincones del Señorío y escudriñado sus archivos históricos. Esto es lo que contestó sobre el río principal de Bizkaia (ver foto): "Rio Nerva, bulgo Ybaizabal. El tramo que tiene origen en la espalda meridional de la famosa y elebada Sierra e montaña de Oiz, lleva curso por Berriz -de donde él era originario- cercanía de la villa de Durango, Yurreta, Bernagoitia, Amorebieta, Lemona, Bedia, Galdacano, Echebarri, Bilbao, Abando, Deusto, Baracaldo, Cestao a Portugalete".
Respuesta de Martín Fernando de Orue. 1794

El otro informante que se presentaba como una gran autoridad en su territorio fue Martín Fernando de Orue, vicario del Partido de Orozko, cura y beneficiado de la parroquia del Valle de Llodio, así como familiar del Santo Oficio de la Inquisición. Su respuesta fue también rotunda: "El Rio llamado antiguamente Nermion (sic) que tiene su origen en los montes que rodean a la ciudad de Orduña baja y corre por el medio de este Valle (...) en el barrio que llaman de Areta de esta jurisdicción (...) se le junta el Rio que baja por el Valle de Orozco y unidos corren ambos a Bilbao de donde baja a Portugalete y se introduce en la mar".
Ambos clérigos quisieron demostrar que conocían bien las tablas de Ptolomeo y reivindicaron el nombre antiguo y prestigioso de Nerva (el Ibaizabal de Iturrriza) y Nervión (el de Orduña, según reclamaba Orue el vicario de Orozko y cura de Laudio) para sus propios ríos. Sin conocimiento directo de la realidad hidrográfica sobre el terreno y obligado a mediar entre las dos cultas mentes vizcaínas que le habían recomendado, Tomás López se decantó por la autoridad eclesiástica superior del cura de Llodio y elaboró estos croquis (ver fotos) con un flamante río Nervión como eje principal de la hidrografía vizcaína, al que se le iban sumando por su orilla derecha los sucesivos afluentes menores: el río Gorbea (actual Altube), el río Ceberio (nacido en Zeberio con "Z") y el río Durango (actual Ibaizabal).
El vicario Martín Fernando de Orue propuso el nombre del Nervión en 1794 y el geógrafo Tomás Lopez, con toda su autoridad de Cartógrafo Real, lo difundió a través de sucesivas impresiones como el principal rio de Bizkaia que regaba la villa de Bilbao. Pero nadie pudo evitar que "el vulgo", el pueblo al que citaba Iturriza, siguiera llamando Ibaizabal a sus ríos principales y que el río de Durangaldea (naciera este en Mañaria, en Arrazola, en Elorrio, en Zaldibar o en Berriz, como quería Iturriza) se consolidase con ese nombre y se impusiera al culto Nervión una vez que fueron medidos sus respectivos caudales. A pesar de todo, las confusiones e indecisiones sobre cuál era el verdadero nombre de la Ría de Bilbao han seguido hasta nuestros días.
Respuesta de Martin Fernando de Orue. 1794

El Nervion es Ybaychalval y el Ibaizabal es Durango. 1795

Ibaizabal o Nervion es igual en el plano del Diputado General de Vizcaya Timoteo de Loizaga. 1846

Louis Loucien Bonaparte. Euscara en dialectes. 1863

19 de agosto de 2021

El origen del lauburu

ICONOLOGÍA DEL LAUBURU

Por Alberto Santana Ezquerra

El Lauburu (eusk. Cuatro Cabezas) es una cruz esvástica de brazos curvilíneos gallonados, muy difundida como símbolo de significado impreciso en Euskal Herria durante el siglo XX.
Dos lauburus flanqueando una cruz de 1770 ca. en la imposta del arco de Ibarluzea Olakoa, en Iguria de Elorrio. Estos son, sin duda, los mejores lauburus históricos de Bizkaia. Foto: Txelu Angoitia.

El origen icónico de las cruces esvásticas (del sánscrito स्वस्तिक, romanizado: svastika, "lo que conduce al bienestar") está bien documentado en la ciudad de Mohenho Daro, al pie del actual Karakorum pakistaní, hace 4.600 años (Talpur P, 1994, Evidence of Geometry in the Indus Valley Civilization (2600 – 1900 BC). También se conocen bien sus dos grandes corrientes de difusión posterior: la de Asia Oriental (India, China, Tíbet, Nepal, Corea y Japón) a través del vehículo religioso del hinduismo y el budismo, que aun las mantiene en vigor como símbolo genérico de regeneración de la vida y buena fortuna. Y la vía de difusión hacia Occidente, más tardía, a través de las migraciones indoeuropeas de la primera Edad del Hierro que alcanzan toda Europa en torno al 800 a. C. (invasiones dóricas en Grecia, Cultura Villanova en Italia,...) y gozan de enorme éxito entre los pueblos occidentales de aculturización céltica (Irlanda, Bretaña, NW de la Península Ibérica...). Obviamente, las esvásticas rectas y curvas también llegaron a los castros celtizados de Vasconia en los últimos siglos de nuestra protohistoria (III-I a. C.) y ahora que están bien identificadas es normal que se produzcan hallazgos de nuevos ejemplares, sobre todo en Bizkaia, como el bellísimo trisquel encontrado este mismo año 2021 en San Cristóbal de Gorritiz en Forua, que vinculan este símbolo a usos funerarios.

Portada de la casa de Domingo Ainciondo y Maria Arhetche, de 1775, con cruz flanqueada por dos lauburus. En Armendaritz (BN)

Durante la romanización las esvásticas de brazos rectos proliferan como recurso ornamental, aunque cada vez más desprovistas de carga significante, mientras que las esvásticas curvas se extinguen muy pronto. Tras la cristianización y la caída del Imperio Romano las cruces esvásticas no vuelven a dibujarse en Vasconia durante más de un milenio. Solo en el siglo XVIII se produce un verdadero renacimiento de la esvástica de radios curvos que aparece como signo decorativo con un leve significado apotropaico para defender la puerta principal de acceso a la casa familiar. No es el símbolo de una vieja religión perdida o una creencia alternativa al cristianismo, sino que siempre aparece subordinada al signo de la Cruz y a advocaciones católicas. Con este significado es muy frecuente su utilización en Nafarroa Beherea y ocasionalmente en Bizkaia, siendo rara su aparición en otros territorios vascos y más aún, aunque no imposible, en Asturias, La Rioja y Aragón. Aunque predominaron las esvásticas de cuatro brazos, la habilidad o creatividad de algunos tallistas vascos se exhibía ocasionalmente con ruedas de cinco, seis u ocho radios. Su valor simbólico era el mismo.

Cruz de la sepultura de Maria Ana Petiriscoena, de 1789, con lauburu en la base. Desaparecida del cementerio de Bidarrai (BN)

Para cuando comienza el resurgimiento tardobarroco de las esvásticas curvas de Vasconia ya se había inventado la palabra "lauburu" y ese es un hallazgo novedoso que me gustaría aportar aquí.

Portada del libro "Constancia de la Fee y Aliento de la nobleza española" escrito por Juan Cortés Ossorio (1684)

La palabra Lauburu, con su significado, en apariencia transparente, de "Cuatro Cabezas" no es una palabra antigua, ni tradicional vasca. "Lauburu" es un neologismo erudito reciente inventado por un cura zamorano a fines del siglo XVII. Esta palabra la creó el profesor jesuita Juan Cortés Osorio (La Puebla de Sanabria, 1623 - Madrid, 1688) en su libro "Constancia de la fe y aliento de la nobleza española", publicado en 1684. El propósito declarado de Juan Cortés Osorio era demostrar que "los antiguos españoles tenían por bandera la insignia de la Cruz, que Cristo aprobó por suya en la aparición hecha a Constantino", es decir que los cántabros -el último pueblo "español" en haber sido conquistado por Roma, en el 19 a.C.- veneraban el símbolo de la Cruz desde antes del nacimiento de Cristo. Era un anacronismo absurdo, pero se basaba en una cita oscura de Tertuliano (Cartago 160-220) en la que se lee: "Aquellas imágenes con que se adornan los velos pendientes del asta de las banderas, ó del lábaro cantábrico, adornos y estolas son de cruces, que estos estandartes, son astas cruzadas" y en la narración del padre de la historia de la Iglesia, el obispo Eusebio de Cesarea (265-339), que relataba que el emperador Constantino el Grande había alcanzado el poder en Roma después de vencer en una batalla en la que sus tropas llevaban como estandarte un "lábaro" adornado con el crismón, las iniciales de Cristo en griego.

"Constancia de la Fee y Aliento de la nobleza española" Juan Cortés Ossorio (1684). La Cruz española pre-cristiana es envidiada por todas las naciones

Aunque Eusebio de Cesarea describe con todo detalle el "Lábaro" de Constantino y éste ha podido ser reproducido con bastante fidelidad, durante siglos se mantuvo una discusión banal entre los clérigos eruditos sobre el significado y la etimología de la palabra "Lábaro" y sobre el posible origen cántabro de este tipo de estandarte. Aquí es donde se produjo el sorprendente descubrimiento de Juan Cortés.

"Constancia de la Fee y Aliento de la nobleza española" Juan Cortés Ossorio (1684). El Lábaro de Constantino es el Lauburu de los vascones. Primera cita histórica de la palabra "Lauburu"

Como él mismo declara sin modestia "No hay escuela para acertar, como la de ver errar a los otros. Viendo que cuanto se discurre del Griego y del Latín a cerca de esta duda no satisfacía, y que el epíteto de Cántabro daba indicios de que el Lábaro tenía la denominación de su Patria, busqué su derivación entre los Vascones, y hallé un nombre tan misterioso que no solo con la asonancia lo indica, sino que con su admirable significado lo declara. Esta dicción Lauburu en la lengua cantábrica quiere decir cuatro remates, cuatro extremidades, o cuatro cabezas, que no puede ser más apropiada definición de la Cruz, en cuya forma era el Lábaro; con que, si no me engaña mi dictamen, queda ya sin cuestión esta etimología (...) parece que se demuestra que el Lábaro era la Cruz, y que la Cruz era la bandera de Cantabria, y de paso se confirma que la lengua de que hoy usan los Vascones era la que usaron entonces nuestros valerosos Cántabros".

Zortziburu con laurea en un dintel de puerta de Iholdi (BN)

La cadena de razonamientos de Juan Cortés era completamente errónea, pero sonaba culta y erudita, y sobre todo era muy fácil de entender: el cristianismo había triunfado a partir del 313 porque el emperador Constantino había utilizado un estandarte en forma de cruz denominado Labaro, ese Lábaro cruciforme tenía un legendario origen cántabro y en la lengua de los vascos, que él suponía igual a la de los antiguos cántabros, algún compañero euskaldun le había informado de que Lau + Buru podía traducirse como Cruz de cuatro extremidades e interpretar así la difícil palabra griega Labaro.

Bostburu en la clave del arco de Arteakoa en Solarte, Ispazter (B.) Sobre él, dos orantes alzan la cruz y flanquean el medallón con la advocación de Jesús, María y José, dedicada por el propietario Jose Solarte Mayor en 1773

La falsa etimología vasca de Lábaro = Lauburu propuesta por Juan Cortés triunfó entre los eruditos de su congregación y fue difundida de inmediato por el padre Gabriel de Henao, el profesor de Humanidades del Colegio de San Andrés de Bilbao -el único centro de estudios superiores de Bizkaia- en su famoso libro "Averiguaciones de las Antigüedades de Cantabria" (Lib I, Cap 28, 11), que ha conocido numerosas reediciones y hasta el siglo XX ha sido uno de los textos fundamentales de referencia de la Historia vasca.

Réplica del Lábaro de Constantino encargada por Guillermo II en ocasión del 1.600 aniversario del Edicto de Milán de 313. Hoy en Santa Croce al Flaminio (Roma). Puede considerarse una reproducción casi exacta del Lábaro constantiniano, pues fue elaborada por historiadores y artesanos expertos que siguieron puntualmente en el diseño y materiales utilizados la pormenorizada descripción de Eusebio de Cesarea, quien tuvo el Lábaro en sus manos a principios del siglo IV. Evidentemente, el Lábaro no se parece en nada al Lauburu vasco y la etimología moderna que los relaciona es falsa

De la obra de Henao se rescató el término Lauburu a fines del siglo XIX para denominar a las cruces esvásticas de brazos rectos o curvos que empezaban a ser utilizados por la nueva iconografía nacionalista vasca de fuerte inspiración cristiana. La idea de que los primitivos vascos "conocían y estimaban la Cruz" (Estanislao de Labayru, 1889) y que tenían su propia cruz privativa, el Lauburu, aun antes del nacimiento de Cristo resultaba fascinante.

Lauburu neo-céltico diseñado por Tartalo Music, con la inscripción rodante "Izena duenak izana du ere" (Lo que tiene nombre también tiene ser). Precisamente el nombre del lauburu es una invención del siglo XVII

El empuje definitivo para la difusión del lauburu como un símbolo étnico nacional vasco, desprovisto ya de cualquier connotación religiosa, lo proporcionó la sección de promoción del euskera de Juventud Vasca de Bilbao en 1914, cuando propuso que fuese utilizado como alfiler de solapa, como señal de reconocimiento recíproco, para que los euskaldunes de lengua pudieran distinguirse unos a otros en ambientes urbanos como Bilbao, donde ya eran mayoría los castellanoparlantes. Algo similar a las actuales insignias de "Aho bizi". En concreto, sospecho que debe de atribuirse la reinvención y difusión masiva del lauburu vasco moderno como símbolo nacionalista a una iniciativa personal de "Imanol", el joven Manuel Aznar Zubigaray (Etxalar, 1894 - Madrid, 1975) -el abuelo euskaldun del ex-presidente español José María Aznar- que entonces militaba fogosamente en el PNV bilbaíno y lideraba el "Euzkeltzale Bazkune" de Juventud Vasca, aunque durante la República se afiliaría a Falange Española de las JONS y terminaría siendo designado como representante permanente de la dictadura franquista ante la O.N.U. En Etxalar y en Bortziri el lauburu era un icono tradicional muy frecuente en las puertas de las casas y en el mobiliario doméstico, mientras que en Bizkaia todavía era casi desconocido. "Imanol" es un personaje reciente y bien conocido que nos ha dejado una herencia incómoda o, cuando menos, desconcertante.

Ejemplo de síntesis de las numerosas interpretaciones neo-paganas y neo-étnicas que han surgido sobre el lauburu desde los años 60 del siglo XX. Reúne casi todos los errores e invenciones fantásticas que se han elaborado sobre el tema. Tan solo se echa de menos una referencia que estuvo de moda algunas décadas antes a que las Cuatro Cabezas representaban a los cuatro territorios o provincias de Hegoalde

En los años 30 el lauburu ya era un símbolo de identidad vasca muy popular, aunque la versión de brazos rectos era probablemente la más difundida. Tras la Guerra Civil fue precisamente esta versión rectilínea de la esvástica la que fue definitivamente abolida por el nacionalismo vasco al tener conocimiento -en su propia carne en Gernika, Durango o Eibar, además del Holocausto judío- de las atrocidades cometidas por los nazis bajo esa misma enseña. Por el contrario, el lauburu de brazos curvos no fue expresamente prohibido por el franquismo y, aunque tímidamente, se convirtió en uno de los pocos refugios simbólicos de la identidad nacional vasca que podían utilizarse en público sin ser molestados por el aparato represivo del régimen. Yo mismo, en mi adolescencia, antes de la legalización de la ikurriña, vestía un kaiku de cuadros verdes y negros con un lauburu rojo sobre fondo blanco bordado en el bolsillo del corazón.

2 de julio de 2017

Alberto Santana encuentra en el Archivo Histórico de la Diputación Foral de Bizkaia una fotografía tomada el año 1856 de un hombre de Orozko vestido con el traje tradicional

El 2 de julio de 2017 publicaron el reportaje "Un vecino de Orozko, en la foto más antigua" en el periódico Deia en cuyo encabezamiento puede leerse: 

Varón de baja estatura con sombrero de ala ancha, chaqueta de cuero de 5 botones en vertical, pantalón a juego, chaquetín interior sobre camisa blanca bien planchada, fajín y cubre botas. Es el traje tradicional del municipio de Orozko en el siglo XIX y quien lo porta es Juan Antonio de Sagarminaga en una imagen fotográfica tomada nada más y nada menos que en 1856. El singular documento fue encontrado por el historiador y etnógrafo Alberto Santana Ezkerra en el Archivo Histórico de la Diputación foral de Bizkaia que puso su hallazgo en conocimiento del investigador Iñaki García Uribe, natural de Ugao pero residente en Orozko. “Seguramente esta foto es la más antigua del territorio histórico de Bizkaia. Tiene 161 años y plasma la imagen de un ilustre hombre del barrio o barriada de Arbaitza, tierras del frente Sur de Orozko, como apunta Alberto Santana Ezkerra”, precisa García Uribe. La instantánea, captada con el procedimiento daguerrotipo, muestra a su protagonista apoyado en una silla muy ornamental, propia de las familias pudientes de aquella época, y con unas cortinas y una balaustrada al fondo. “Podría haber sido captada en la casa del Jauntxo de Orozko o en un estudio preparado para ello en Bilbao. No lo sabemos”. Y tal y como caracteriza a las imágenes del comienzo del arte de la fotografía “tiene mucha exposición ya que duraba mucho su toma y, por ello, las personas retratadas debían estar apoyados sobre algún elemento para no moverse”.



9 de octubre de 2015

El origen del caserío vasco

Sagasta (Abadiño)

Si el euskera es el principal patrimonio inmaterial de los vascos, el caserío vasco (baserria en euskera) es el material y sus habitantes (baserritarrak en euskera) los principales depositarios de la ancestral cultura vasca. Se construyeron caseríos en los cuatrocientos años que pasaron entre los años 1500 y 1900 en Gipuzkoa, Bizkaia (excepto en su extremo occidental) y en los valles cantábricos de Araba y Navarra, coincidiendo con los territorios donde vivían los vascoparlantes (euskaldunak en euskera) de España. Todos los apellidos vascos son nombres de caseríos.
Caserío de Ugarka (Zeanuri)

El caserío de la fotografía superior, construido hacia el año 1530 en el barrio de Astarria, se encuentra abandonado y en ruina inminente. Parte de su tejado está hundido. Ha preservado íntegramente su estructura de postes de roble y los tabicajes y cerramientos realizados con tabla machihembrada y una cocina con fuego central y mesas abatibles. La planta baja es de mampostería. La parte inferior de la primera planta es de madera recubierta de argamasa y relleno, mientras que su parte superior y el desván están cerrados con tablones de madera.
Caserío de Ugalde Goikoa (Orozko)

En Bizkaia hay casi 16.000 caseríos y en Gipuzkoa más de 11.000. También los hay en el norte de Araba, Navarra, Lapurdi y Behe Nafarroa. Excepto algunas del pueblo de Pagola, las casas rurales de Zuberoa no son caseríos vascos, sino casas de tipo bearnés. Las casas rurales del extremo occidental de Bizkaia son de tipo cántabro. El caserío vasco es una vivienda unifamiliar, agropecuaria, autosuficiente y con vocación de aislamiento.
Caserío de Uxuluze (Orozko)

El caserío vasco es uno de los tipos de vivienda rural europea de mayor calidad constructiva. Si las construcciones de hormigón de hace 100 años ya necesitan reparaciones, se conservan caseríos de 500 años hechos de piedra y madera que no se han modificado en absoluto y que siguen en pie. El mejor momento de la arquitectura vasca se produjo en la parte final del reinado de los Reyes Católicos y durante el de Carlos V.
Caserío de Legorburu (Orozko), quemado en la década de 1970

El caserío vasco se caracteriza por su volumen compacto y sin paredes compartidas con otras viviendas vecinas. Sólo alrededor del 20% del caserío se dedica a vivienda, la mayoría de las veces para una única familia; el resto se dedica a cuadra y almacén.
Caserío de Isuntze (Berriz), barroco

Los caseríos más aislados, que son tenidos como los más genuinos y antiguos, son en realidad los más recientes. Fueron los últimos en construirse y los primeros en abandonarse.
Caserío en Zubialde (Zeberio)

El historiador Alberto Santana en una entrevista dijo que el caserío es un edificio autista y antisocial, y aunque los caseríos solitarios son excepcionales, sus agrupaciones en aldeas o barrios (auzoak en euskera), habitualmente en número de 5 a 10, nunca forman calles, plazas u otros espacios de uso colectivo.
Urigoiti (Orozko)

La fachada siempre se orienta hacia el arco entre el Este y el Sur, sin tener en cuenta la orientación de los caseríos circundantes, al contrario de lo que sucede en Cantabria o Asturias. El caserío vasco tiene una planta cuadrangular de 150 a 400 metros cuadrados y no tiene voladizos ni patios interiores, casi siempre con tejado a dos aguas, pero a veces también a tres o cuatro vertientes.
Caserío en Sautuola (Zeberio)

Existen unos 20 tipos de caserío vasco dependiendo de la comarca, su función prioritaria y, principalmente, la época en que fue construido. El primero se edificó hacia el año 1490 y el último alrededor de 1900. Todos tienen dos o tres pisos: el inferior para la familia y sus animales domésticos y el superior para almacén de la cosecha.
Caserío en Mendeika (Orduña)

Los primeros se construyeron pensando en el ganado vacuno debido a que su crianza era prioritaria durante la Edad Media, mientras que en el siglo XVI ganaron importancia el trigo y la sidra, desplazados por el maíz en los siglos XVII y XVIII, y sólo desde mediados del siglo XIX empezaron a ser importantes los cultivos de patata, alubia y hortalizas. En el siglo XX los prados de siega y las plantaciones de coníferas exóticas sustituyeron a gran parte de los cultivos.
Caserío de Ezterripa, Gederiaga (Abadiño)

Durante la excavación arqueológica de varios caseríos se han encontrado los indicios de cabañas de madera medievales preexistentes. Eran chozas frágiles e incómodas con un esqueleto interior de postes y cuatro paredes externas con tablas verticales ensambladas. En las excavaciones de los caseríos aparecen los agujeros donde se fijaban los postes. Las cabañas medievales eran mucho más pequeñas que los caseríos vascos, ya que el lagar, los graneros, la pocilga y los rediles se encontraban en edificios separados. Al respecto pueden leerse las explicaciones y ver las ilustraciones referidas al caserío Besoitaormaetxea de Berriz.
Caserío de Astobiza, Ziorraga (Amurrio), fotografía antigua

Durante la gran crisis de mediados del siglo XIV los nobles vascos se apropiaban de gran parte de la producción de la población rural, que solicitaron ayuda a las villas e incluso a los reyes. En el año 1329, el concejo de Oiartzun (Gipuzkoa) escribió al rey Alfonso XI para pedirle que les defendiera de los abusos de la nobleza vasca: "sus casas de morada eran apartadas las unas de las otras e non eran poblados de so uno...e tan aína no se podían acorrer los unos a los otros para se defender de ellos de los males, e tuertos, e robos que les facian".
Caserío de Astobiza, Ziorraga (Amurrio), fotografía del año 2015

Sólo la imposición de la paz social por parte de los Reyes Católicos consiguió terminar con las guerras banderizas, que es como se llamaron los enfrentamientos bélicos que tuvieron lugar a finales de la Edad Media entre los diferentes linajes de la nobleza vasca agrupados en dos bandos: gamboínos y oñacinos. Muchos de los guerreros feudales acabaron luchando contra los musulmanes a las órdenes de los Reyes Católicos, durante cuyo reinado el Señorío de Vizcaya y la Provincia de Guipúzcoa disfrutaron de un desarrollo y bonanza económica que no volvería a repetirse en los siguientes cinco siglos, en gran parte debido a los beneficios que generaba la exportación del trigo y la lana castellana a través de los puertos del Cantábrico.
Caserío de Urkuleta (Mañaria)

El fin de la guerra de banderizos, la instauración del mayorazgo y la tecnología de carpintería y cantería importada de Europa hicieron posible que los campesinos más ricos construyeran un caserío. Los edificaron jefes de obra vascos que trabajaron y aprendieron el oficio con los arquitectos alemanes y franceses que levantaron las grandes catedrales góticas del sur de Francia, Castilla y Andalucía.
Caserío en Gaztelua (Abadiño)

Aquellos jefes de obra dejaron unos planos tan bien elaborados que, en palabras de Alberto Santana, "si se los entregáramos a un técnico actual nos edificaría sin problemas un caserío exactamente igual".
Caserío de Gaztelugoitia, Gaztelua (Abadiño), fotografía antigua

En estas circunstancias, se produjo un aumento de la población que exigió nuevas tierras de cultivo a costa de roturar parcelas de bosque y pastos invernales. Gran parte del ganado vacuno y equino pasó de un régimen de trashumancia estacional de corto recorrido a otro de semiestabulación por el que permanecía 5 o 6 meses en el interior del caserío. Por ello los caseríos del siglo XVI dedicaron más de la mitad del espacio construido a cuadras y pajares. La progresiva disminución de la superficie de pastos por las roturaciones sucesivas provocó una disminución del ganado trashumante y ya a mediados del siglo XVIII se comenzó a restringir la libre circulación del ganado, a la vez que se multiplicaban los pleitos por su causa.
Caserío de Gaztelugoitia, Gaztelua (Abadiño)

El continuo transporte de mercancías entre Castilla y los puertos del Cantábrico requería de los servicios de numerosos arrieros y carromateros locales. El aumento de la población requirió un notable incremento de la superficie dedicada al cultivo de cereales, trigo principalmente. Los caseríos que se construyeron en el siglo XVIII integraron almacenes en su estructura, generalmente sobre el soportal de la entrada. En los valles orientales de Bizkaia se armaron en la bodega grandes trojes de madera para almacenar el grano. Se construyeron caseríos de piedra y de madera. De estos últimos se conserva el de Ugarka (Zeanuri), pero el más notable era el de Legorburu (Orozko), que ardió en los años setenta.
Ventana del caserío de Gaztelugoitia, fotografía antigua y fotografía actual

Durante el reinado de Carlos V en la primera mitad del siglo XVI la sensación de seguridad y prosperidad y las nuevas posibilidades de hacer fortuna que se abrieron tras el reinado de los Reyes Católicos, tanto en América como en Andalucía, permitieron a los labradores vivir más desahogados y hacer planes optimistas para el futuro. Ya no había peligro de asaltos ni robos por parte de los nobles vascos, y las familias campesinas se esforzaron para poder pagar la construcción de un caserío duradero en sustitución de las destartaladas chozas en las que vivían.
Granero del caserío de Gaztelugoitia, fotografía antigua

Sin embargo, sólo los campesinos más ricos podían permitirse el lujo de edificar una casa "de cal y canto" pagando un sueldo a las cuadrillas de canteros que tenían que extraer y trabajar la piedra. La madera de roble, por el contrario, era fácil de conseguir, ya que se podían cortar gratuitamente todos los árboles necesarios para hacer la vivienda en los bosques públicos pertenecientes al concejo. 
Granero del caserío de Gaztelugoitia, fotografía del año 2015

En el siglo XVI las principales plantas cultivadas eran el trigo (garia en euskera) y el manzano, y esta especialización quedó reflejada en la arquitectura de los caseríos. También se cultivaban otros cereales: el centeno (zikirioa, zekalea en euskera), la cebada (garagarra en euskera), la avena (oloa en euskera), la escanda (galtxuria en euskera) y el mijo (artoa en euskera). Este último dejó de cultivarse hace siglos y cuando se comenzó a cultivar el maíz tomó su nombre en euskera (artoa).
Hórreo o garaia del caserío de Ertzilla (Iurreta)

Muchos caseríos de aquel período están construidos envolviendo el armazón de un gigantesco lagar de madera (tolare en euskera) que ocupaba toda la longitud del edificio y en el que se prensaban las manzanas recogidas al final del verano. En las bodegas también se guardaba el trigo cosechado, bien protegido en grandes arcones de madera denominados trojes y, sólo durante el siglo XVI, algunos de los campesinos más ricos pagaron por armar grandes hórreos de madera (garaiagaraixe en euskera) delante de la casa, adornándolos con bellas tallas y figuras geométricas. 
Pimientos secándose al sol en un caserío de Sautuola (Zeberio)

Probablemente el siglo XVI fue la época más próspera de la vida en los caseríos. La propiedad de la tierra estaba bastante repartida y la población rural podía disfrutar de los frutos de su trabajo en un ambiente económico expansivo y optimista. En menos de un siglo el panorama medieval había cambiado radicalmente, y donde antes hubo temerosos campesinos en chozas de tabla, ahora competían por construir el caserío más grande, con los arcos más bellos y las más artísticas tallas de madera.  
Caserío en Zaloa (Orozko)

Pero a finales del siglo XVI los sectores más activos de la economía cayeron en una profunda crisis. En los puertos costeros se vivió el colapso del comercio internacional del trigo y la lana castellana. Al mismo tiempo, el bloqueo de las pesquerías de Terranova provocó la decadencia de la construcción naval que hasta entonces había tenido mucha importancia. Se extinguieron los gremios de artesanos que trabajaban en las villas y los dueños de las ferrerías tenían dificultades para poder seguir vendiendo sus productos en los mercados tradicionales de Andalucía y la costa Atlántica. La derrota de la Armada Invencible en el año 1587, en la que desaparecieron muchos barcos y marineros vascos, y la difusión de un virulento brote de peste en 1598 hicieron temer a muchos el regreso a la pobre vida de sus antepasados.
Caserío en Unibaso (Orozko), fotografía antigua

Sin embargo, los ricos vieron en el caserío la única inversión segura para su capital y los pobres se vieron en la necesidad de volver al trabajo en el campo. En este contexto comenzó a cultivarse una planta americana, el maíz, que cambiaría por completo la vida y las costumbres de los campesinos vascos. El maíz se adaptó perfectamente al clima y al suelo vasco, y producía el triple de volumen de grano que el trigo. Nuevas parcelas de bosque, zonas arbustivas y prados fueron roturadas para plantar maíz. Mientras el resto de la economía local se derrumbaba, la población rural aumentaba y se construían nuevos caseríos. Mientras que la actividad mercantil disminuía, el caserío se consolidaba como explotación familiar autosuficiente.
Caserío en Unibaso (Orozko), fotografía del año 2015

Desde finales del siglo XVI hasta mediados del XVIII el maíz fue la base de la economía del caserío, aunque la harina de trigo seguía siendo la más apreciada, a la vez que la única fácil de vender para obtener dinero. Además, los propietarios siempre exigieron el pago de la renta en fanegas de trigo, por lo que se seguía cultivando. Sólo a mediados del siglo XX, con la desaparición de las ofrendas eclesiásticas y el acceso generalizado de los campesinos a la propiedad de la tierra se abandonó el cultivo del trigo, una planta mediterránea que nunca fue muy productiva en la vertiente cantábrica del País Vasco.
Caserío en Unibaso (Orozko), fotografía del año 2015

La guerra contra las tropas republicanas francesas en 1795, contra los ejércitos napoleónicos en 1807 y las Guerras Carlistas provocaron el endeudamiento de los ayuntamientos y por ello, vendieron gran parte de su patrimonio, que compraron los más ricos. Así, nuevas parcelas de bosque y prados fueron roturados para su cultivo. Las leyes forales y de los cuadernos de hermandad, entonces vigentes, dejaron de ser un obstáculo para las roturaciones y la actitud habitual había pasado a ser la de "legalizar el hecho y prohibir su repetición".
Detalle de un caserío en Unibaso (Orozko), fotografía antigua

La desamortización de Madoz en 1855, que afectó principalmente a los montes comunales de los pueblos, supuso un cambio drástico en la propiedad de la tierra, y aunque fueron los más ricos los que pudieron comprar gran parte de las parcelas en venta, hubo muchos compradores más pobres que pudieron comprar parcelas pequeñas o de baja calidad.
Detalle de un caserío en Unibaso (Orozko), fotografía del año 2015

Así, se duplicó la producción de maíz y se introdujo el cultivo de patata y alubia, a la vez que se mantuvo la producción de trigo. A mediados del siglo XIX la producción de maíz suponía el 70% de la cosecha de cereales. Los cultivos mixtos de maíz y alubia comenzaron a ser frecuentes a finales del siglo XVII y se generalizaron un siglo más tarde, cuando se incluyó la patata en la dieta humana.
Caserío en Pagatzandu (Orozko)

Los caseríos construidos en el siglo XIX son más pequeños que los de siglos anteriores. Con el inicio de la industrialización del territorio, hacia el año 1900, cesó la construcción de nuevos caseríos, En ese momento, cuando el 80% de los caseríos se encontraban arrendados a sus habitantes, sus propietarios (nagusiak en euskera) comenzaron a venderlos a precios asequibles a los arrendatarios (maisterrak en euskera). En la actualidad, más del 80% de los caseríos son propiedad de sus habitantes (etxejabeak en euskera).
Cuadra en la planta baja en un caserío de Pagatzandu (Orozko)

Durante todo el tiempo en que se construyeron caseríos vascos, una economía protoindustrial convivió con las actividades agropecuarias: las ferrerías. Entre la correspondencia del período 1810-1832 guardada en el Archivo General del Señorío de Vizcaya se puede leer "...como las tierras labrantias no guardan proporcion con el numero de habitantes, estos se ven precisados para porcurar sus subsistencia a trabajar en fierro, carretear, carbonear, labrar montañas, plantar arboles fructiferos y repoblar los montes, cuia leña se ha empleado en hacer carbon..." El mineral de hierro extraído en Somorrostro se fundía en las ferrerías dispersas en las orillas de muchos cursos fluviales a donde debía ser transportado. Arrieros y carromateros también trabajaban en el transporte del combustible extraído de los bosques. En los bosques los carboneros transformaban la madera en carbón.
Caserío de Munukogoikoa, Urigoiti (Orozko) de principios del siglo XVI

Muchas otras personas trabajaban en los viveros y las plantaciones forestales. En las ferrerías de la comarca Arratia-Nervión "el braceo de montazgo y la conducción del carbón desde los montes a las ferrerías formaban parte de un mismo trabajo. Abastecer a una instalación normal podía suponer los servicios de una veintena a un centenar de carboneros, por lo que era considerable la trascendencia de esta ocupación...En ocasiones se contrataba a guipuzcoanos desplazados estacionalmente en cuadrillas para trabajar en las grandes áreas montañosas". En el Archivo Municipal de Zeberio se guarda un documento donde se puede leer que "la mayor parte de los vecinos de este pueblo, y aún las mujeres se ocupan en la elaboración y demás trabajos adherentes de dichas Ferrerías".
Detalle de las colmenas en una pared del caserío Munukogoikoa (Orozko)

Durante el siglo XX la mayor parte de los cultivos fueron transformados en prados de siega y plantaciones de coníferas exóticas. Cuando vemos un caserío rodeado de prados de siega y plantaciones de coníferas estamos viendo un paisaje sobrevenido, ya que dejaron de construirse caseríos antes de que se plantase el primer pino. Era otro muy distinto el paisaje del caserío vasco en el tiempo en que se construían. Ahora vemos derrumbarse los caseríos del XVI sin que nadie haga nada por evitarlo. Cuando algún esforzado propietario intenta evitar que se arruine casi siempre es a costa de la eliminación de la madera armada de roble y su sustitución por hormigón. Hay pocos carpinteros capaces de armar los esqueletos de madera de los caseríos tal y como se construyeron, sin un solo clavo.
Caserío de Adarogoikoa (Orozko), en ruinas

Según el historiador bilbaíno Alberto Santana, "nos inventamos el caserío incorporando los últimos avances tecnológicos de la carpintería estructural gótica europea del momento".
Caserío de Txakarrone (Arrieta), con arreglos recientes

Alberto Santana hace ya 22 años, en el año 1993, publicó "Los caseríos vizcaínos" en la revista Narria. Estudios de artes y costumbre populares y los textos de "Baserria", libro editado por la Diputación Foral de Gipuzkoa. El arquitecto suizo Alfredo Baeschlin (1883-1964), "ese artista inquieto que tiene por techo el sol y por patria la tierra" en palabras de Pedro Guimón en el año 1929, que vivió durante dos años en Abadiño, publicó ese mismo año el libro "La arquitectura del caserío vasco", reeditado por Eusko Ikaskuntza en el año 1992 en el número 9 de la revista Ondare. Cuadernos de Artes Plásticas y Monumentales.