La vid (Vitis vinifera), mahatsondoa en euskera, se cultiva y se asilvestra en barrancos y bosques de ribera del País Vasco. Esta especie es la única del género que vive de manera natural en Europa, donde se han encontrado sus restos fósiles en el Plioceno. Su morfología es muy variada, lo que se manifiesta en las poblaciones silvestres y origen de muchas de las variedades cultivadas. Ya en el siglo I Plinio el Viejo describió 91 variedades de vid y actualmente se conocen unas 2.000 de cultivo. Desde la segunda mitad del siglo XIX, cuando la gran mayoría de las vides europeas murieron por la acción de la filoxera (Daktulosphaira vitifoliae), un insecto hemíptero que llegó de Norteamérica hacia el año 1880, la gran mayoría se injertaron en pies de especies americanas resistentes a esta enfermedad. También se trajeron de América dos enfermedades producidas por hongos: el mildiu (Plasmopara viticola) y el oídio (Erysiphe nacator).
Vitis vinifera subsp. sylvestris es un planta trepadora dioica, mientras que vinifera es monoica, con flores hermafroditas. La subespecie sylvestris es difícil de delimitar y, en algunas ocasiones, no se logra distinguir entre las poblaciones asilvestradas de las vides cultivadas que pertenecerían a la subespecie vinifera y las poblaciones de vides silvestres que pertenecen a esta subespecie sylvestris. Ni aún con técnicas de biología molecular se ha logrado aclarar las relaciones entre vides cultivadas y poblaciones silvestres en períodos que no sean el de la floración. La vid silvestre generalmente resiste mejor las enfermedades y el frío que la cultivada, la capacidad de germinación de sus semillas es mayor y enraízan peor de estaquilla.
Los autores del artículo "Vitis vinifera in the Iberian Peninsula: A review", publicado en el año 2016 en la revista Plant Biosystems, y del que amablemente me ha enviado una copia María José Iriarte-Chiapusso, escriben en su resumen: "Aquí se revisa el origen de la vid eurasiática, Vitis vinifera L. y los diferentes pasos en el desarrollo de la viticultura desde la vid silvestre hasta la situación varietal moderna en la Península Ibérica. Los antepasados de Vitis vinifera subsp. sylvestris, el único representante del género Vitis en los ecosistemas naturales de Eurasia y Norte de África, apareció en el Mioceno tardío. En la Península Ibérica, la acción humana ha reducido significativamente el hábitat de esta especie, cuyos restos paleobotánicos más antiguos se remontan al Pleistoceno tardío. La introducción de la viticultura en Iberia está conectada con las relaciones entre la población indígena y las colonias comerciales fundadas por fenicios y griegos. De esta manera, hay evidencia de la producción y el consumo de vino, incluso como un elemento ritual y de prestigio, que se remonta al tercer milenio antes del presente. Los estudios del genoma cloroplástico realizados en plantas silvestres y cultivadas indican que se produjo un proceso de domesticación secundaria en la Península Ibérica y esto se refleja en el clorotipo "A", que contrasta con el predominio de los clorotipos "B" y "C" en la naturaleza y vides domesticadas en la región del Cáucaso meridional, donde las uvas domesticadas en los sitios de la cultura Shulaveri (Georgia) son evidencia de una viticultura temprana de hace unos 8.000 años." Tomé estas fotografías en Ugarte, municipio de Orozko (Bizkaia), el 14 de junio de 2018.
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