Los parques eólicos producen energía gracias al viento sin producir gases de efecto invernadero. Desde este punto de vista no hay nada que objetar. Su impacto ambiental sería muy bajo en hipotéticos parques eólicos ubicados en zonas degradadas desde el punto de vista ambiental, como son polígonos industriales, áreas comerciales, vertederos y ese largo etcétera de infraestructuras que nuestra sociedad requiere. En amplias áreas de Europa son ubicados en zonas de llanura con suelos dedicados a la agricultura y a la ganadería; aquí el impacto ambiental ya es mayor, pero podríamos ponernos de acuerdo en que parques eólicos de este tipo podrían tener más beneficios que perjuicios. Pero que en el País Vasco se quieran ubicar la mayoría de los parques eólicos en los cordales de las sierras y los macizos montañosos más destacados no puede sino generar un impacto ambiental muy alto. Un impacto ambiental que, en parte, se evalúa, estudiando a qué especies de la fauna vertebrada y la flora vascular perjudicaría cada uno de los parques eólicos proyectados, poniendo especial atención en las especies incluidas en el Catálogo Vasco de Especies Amenazadas. Pero se olvida invariablemente evaluar otros valores que podríamos definir como paisajísticos, pero que llegan a lo simbólico, a lo emocional, a los sentimientos de una sociedad. Las montañas en el País Vasco no son para los vascos lo mismo que las montañas para los habitantes de otros territorios: tienen un valor intrínseco superior, aunque sólo sea porque la afición al montañismo y al excursionismo de los vascos es superior o muy superior a la afición que tienen los habitantes de otros territorios. Pero llamémosle valor paisajístico al valor que menoscaban los parques eólicos proyectados en las montañas del País Vasco.
Cuando las empresas eléctricas justifican la ubicación de sus parques eólicos en las montañas del País Vasco lo hacen valorando en cero ese impacto paisajístico. Estas empresas miden previamente la rentabilidad de los proyectos de parques eólicos en función del viento que sopla en los puntos de ubicación de los parques eólicos. Nunca restan ninguna cantidad de dinero porque el impacto paisajístico no se mide en euros. Es decir, el paisaje y todo lo que le acompaña parece que no pudiera valorarse económicamente. Y creo que ahí está el problema y la trampa que usan las empresas eléctricas para engañar a la sociedad. Si se puede valorar económicamente un cuadro, una escultura y cualquier otra cosa que tenga que ver con la belleza, con el arte ¿Por qué no ponemos precio al paisaje? Si así lo hiciéramos, los parques eólicos no los instalarían en las montañas del País Vasco porque no serían rentables, los instalarían en todos esas superficies sin tanto valor paisajístico, aunque allí no sople el viento tanto ni tan fuerte, porque allí serían más rentables, ya que no habría que restar en la cuenta de beneficios el dinero que deberían pagar a la sociedad por el deterioro de nuestro paisaje, que es buena parte de nuestro patrimonio, aunque les salga gratis su destrucción. Quiero agradecer públicamente a mi amigo Nacho García que me permita el uso de estas fotografías, tomadas en la Sierra de Badaia (Araba), en el parque eólico más cercano al Macizo de Gorbeia.
4 comentarios:
Amén Juanma!
Ni siquiera en renovables vale todo.
Eso es lo que yo creo, Óscar, que no vale todo. Y que todas las actividades humanas tienen su impacto, por mucho que gasten las empresas eléctricas en publicidad que nos intenta convencer de lo contrario. Por cierto, las mismas empresas que tienen centrales nucleares o centrales térmicas que queman carbón.
Los parques eólicos, tal como se plantean en la actualidad, son una verdadera bofetada para cualquier persona con un mínimo de sensibilidad y amor por la naturaleza. Vale también para quienes, como yo, nos dedicamos al estudio del patrimonio arqueológico. Un bien patrimonial apenas es algo sin la propia evocación que ofrece el paisaje. La atroz expansión que en la actualidad conoce este tipo de infraestructuras industriales es, por otra parte, una de las grandes paradojas del ecologismo. En su nombre se están perpetrando algunas de las más salvajes destrucciones de la naturaleza (y no, no son reversibles). Sólo hay que darse una vuelta por las Merindades burgalesas o la Montaña palentina para comproban hasta dónde puede llegar el desastre.
Juan José Cepeda:
Comparto plenamente tus argumentos y te agradezco que hayas participado. Que un historiador prestigioso participe en mi blog me anima mucho.
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